torsdag, juli 30, 2020

ESCULTURA DE LA DINASTÍA DE LOS SEVERO. CONTEXTO HISTÓRICO Y RETRATO IMPERIAL. LA EXPOSICIÓN "ROMA UNIVERSALIS" (1)

Una buena excusa para acercarse a Roma durante estos próximos meses es contemplar la exposición "Roma Universalis: El Imperio y la dinastía venida de África". La muestra se expone a lo largo del Parque Arqueológico del Coliseo y estará abierta del 15 de noviembre de 2018 hasta el 25 de agosto de 2019. En este marco arqueológico único y tan a propósito recorreremos la historia de la dinastía de los Severos, la última familia imperial importante que gobernó el imperio romano durante más de cuarenta años, del 193 al 235 d. C.

Roma Universalis se ha articulado entre varios espacios del anfiteatro Flavio, el Foro Romano y la Colina Palatina


En éste y en un segundo artículo os invito a que conozcáis conmigo y profundicemos en los aspectos artísticos más notables que nos ofrece la exposición, sin descuidar el contexto histórico en el que se produjeron:
  1. En este primer artículo, conoceremos la historia de la dinastía y la imagen que de si mismos quisieron trasmitir a sus súbditos y a la historia. Es una excelente ocasión para recorrer la evolución del retrato romano imperial, masculino y femenino, del momento final del Alto Imperio.
  2. Y en un segundo artículo, analizaremos el importante programa constructivo que los Severos impulsaron en Roma y en las provincias. Grandes proyectos cuya finalidad fue demostrar, con un gran esfuerzo económico, que su dinastía y, por ende, Roma todavía era poderosa y, como dice el título de la exposición, universal.
Cartel de la exposición.


La dinastía de los Severos. 

Comencemos la visita en el deambulatorio anular del segundo piso del Coliseo. En este espacio excepcional se puede conocer la historia y los rostros de los protagonistas de estos 40 años de la Roma Imperial.

Vitrinas con los bustos de los principales protagonistas de la dinastía. Los emperadores, sus hijos y sus mujeres, pero también los que quisieron usurparles alguna vez el trono. En primer plano el gesto soberbio de Caracalla.



La dinastía de los emperadores Severos es, comparativamente, menos conocida que otras dinastías altoimperiales, por lo que no está de más que en este artículo hagamos muchas precisiones históricas que ayuden a entender su aportación a la evolución histórico-artística de Roma y de muchas partes del Imperio. De partida, ya digo que, pese a su historia violenta y estar en el origen de la decadencia o crisis del siglo III, dejaron un legado duradero en muchos campos de la política, la cultura, la sociedad y las artes.

En el párrafo inferior, subrayado en amarillo, voy a contar esquemáticamente su historia (apenas unos cuantos hechos que establezcan la cronología) y el complejo sistema de relaciones familiares y de sucesiones. Os sugiero que sigáis su lectura con el esquema dinástico que viene debajo para terminar de entenderlo.

La historia familiar de estos cuarenta años. 

El  año 193 d. C. Lucio Septimio Severo (193-211) asciende al trono cuando se impone inicialmente en la guerra civil que se desató en el Imperio tras el asesinato de Cómodo, último emperador de la familia Antonina. Severo había nacido en Leptis Magna (ciudad de la costa Libia) y era, por entonces, uno de los generales que defendían las fronteras del Danubio. En realidad, Severo no se sintió seguro en el poder hasta que acabó definitivamente con todos los rivales que le disputaban el trono el año 197. Fue entonces cuando decidió dar el paso de asociar oficialmente a sus hijos a su reinado, es decir, crear una dinastía. El mayor, Caracalla, fue nombrado Augusto y el menor, Geta, le tituló César. Ambos eran hijos de Julia Domna, esposa de origen sirio (ciudad de Emesa), que tuvo mucho poder bajo el reinado de su esposo y que trajo consigo a Roma a muchos de sus familiares. El reinado de Severo destacó por la defensa e, incluso, ampliación de las fronteras del imperio, de lo que dejó constancia en numerosos monumentos. A su muerte, el año 211, Caracalla (211-217) mató a su hermano para reinar solo. Su gobierno duró sólo seis polémicos años hasta que fue también asesinado. Tras un año de guerras civiles, la dinastía de los Severos sería restaurada por el ejército al elevar al trono a Heliogábalo (218-222), sobrino/nieto de Caracalla por parte de madre. Este emperador trajo consigo el culto al dios Helios y originó una creciente oposición a su persona. Fue asesinado con solo 18 años de edad y reemplazado por su primo, Alejandro Severo (222-235), de tan sólo 13 años.  El gobierno quedó, en gran parte, en manos de su abuela (Julia Maesa, hermana de Julia Domna) y de su madre (Julia Mamea), que se convirtieron en las auténticas gobernantes en la sombra hasta el año 235 en que todos murieron asesinados. Fue el último emperador de la dinastía Severa.



La evolución del retrato imperial.


Consideraciones previas.

En la exposición hay numerosos bustos y objetos que nos familiarizan con los miembros masculinos y femeninos de esta dinastía. A través de ellos reconocemos sus rostros y perduran en nuestra memoria sus imágenes después de mucho tiempo. Desde el siglo I a. C., el retrato en Roma ya no cumple sólo la misión de perpetuar la rasgos y la fama de un difunto, sino que, al ser utilizado políticamente por los poderosos, se convierte en una forma muy eficaz de trasmitir los gustos estéticos de una élite y, sobre todo, de difundir entre los ciudadanos creencias religiosas y valores políticos y morales.  Además, el retrato de los emperadores a partir de Augusto debía cumplir una función propagandística de la labor de su gobierno y una función de presencia física y espiritual de un solo gobernante que unía regiones tan alejadas del imperio.

Busto de Marco Aurelio del museo Capitolino en las vitrinas de la exposición.


Analizaré, por tanto, algunos de los retratos imperiales no sólo desde el punto de vista histórico-artístico, sino también desde lo que supusieron como mensaje que recibía el pueblo sobre lo que debería creer de sus soberanos. Y digo  "de lo que debería creer", porque es evidente que éstos pretendían, en aras del buen gobierno, dar la mejor versión de si mismos, lo que, como ya hemos visto por su historia dinástica, no era siempre acorde con la realidad. Así pues, tenemos que el emperador querían transmitir una imagen lo suficientemente realista de sí mismo como para que su pueblo le reconociese por sus rasgos personales (rostro y peinado); pero, a la vez, necesitaba crear una imagen ideal que trasmitiera la confianza en el líder. El modelo ideal de emperador era una mezcla de invicto general, de padre amante de su familia y de ciudadano de comportamiento cabal en lo personal y piadoso en relación a los dioses. Todo a lo que había aspirado el fundador de la institución imperial, Octavio Augusto, y que se había difundido a través de sus miles de representaciones. Lo mismo se podía decir de las emperatrices -y con más motivo para las de la familia severa, que tomaron un protagonismo clave para el sostenimiento y prolongación de la dinastía durante 40 años-, pero asumiendo virtudes y papeles femeninos ideales de maternidad, bondad y modestia. En su caso, el modelo primigenio lo representada Livia, la esposa de Augusto. Si a las perfecciones morales les sumamos los atributos particulares de los dioses, tenemos la imagen del emperador dios que trasciendo del plano terrenal al espiritual.

Octavio Augusto erguido con coraza del Museo Vaticano y la Livia sedente como sacerdotisa del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Estas obras y estos dos personajes de la primera pareja imperial, son evidentemente el punto de partida del retrato imperial aunque no estén presentes en la muestra. Ellos sirvieron para instituir los modelos técnicos y de valores a trasmitir por las dinastas posteriores. 


En la redacción de este artículo me tomaré la licencia de completar la historia de las representaciones más significativas de la etapa con retratos que encontraremos en la exposición y con algunos otros que son muy significativos y que no están en la misma.

El retrato del emperador Septimio Severo. La imitación de Marco Aurelio.

La muestra comienza destacando como imagen de introducción un busto magistral de Marco Aurelio, el último de los grandes emperadores del siglo II. Esto no es superfluo, ya que con ello se nos pone sobre aviso de que los Antoninos, y, en especial este emperador, inspiraron la acción de gobierno y los retratos imperiales masculinos de Septimio Severo. El prestigio del "buen" emperador no se había apagado a pesar de que su muerte se había producido el año 180. Todo lo contrario, el imperio le añoraba después del calamitoso reinado de su hijo Cómodo y de la guerra civil posterior. Por ello, Septimio, el nuevo emperador desde el año 193, quiso asemejarse a él en todos los sentidos y, de paso, basar la legitimidad de su reinado en que restablecería esa edad dorada perdida. Tanto fue su deseo de ser visto como sucesor directo de aquel emperador, que el año 195 creó una genealogía ficticia y se autoproclamó hijo adoptivo de Marco Aurelio e, incluso, rehabilitó la figura de Cómodo, del que se autonombró hermano.

Busto de Marco Aurelio procedente del Museo Capitolino, 161-180 d.C. Mármol, 102 cm. La estatua capta los rasgos estilísticos de la estatuario imperial de este periodo. Técnicamente, muestra un acabado impecable donde el pulimento táctil de la carne suave contrasta notablemente con la masa de cabello rizado y trepanado, rasgo distintivo del modo del peinado masculino en los retratos de las últimas décadas del periodo Antonino. El valor que se pretende transmitir es, sobre todo, es el de un emperador sensato y bueno con un temperamento pensativo, es el modelo de emperador-filósofo. Los párpados caídos y la mirada distante sugieren esa naturaleza contemplativa. Su apariencia serena nos trasmite la idea de que es un hombre sabio y justo. Pero, además, lleva coraza, el distintivo militar de aquel hombre que defendió las fronteras del Imperio frente a sus enemigos exteriores.  


Busto de Septimio Severo, Glyptoteca de Munich, mármol, 81 cm. Este retrato puede ser ejemplar de lo que Septimio Severo aspiraba a ser considerado, el continuador de la dinastía Antonina y, en concreto, de Marco Aurelio. En éste, como otros retratos, adopta un aire gestual como el emperador-filósofo: la mirada tranquila y melancólica del pensador. Los rasgos físicos: pelo y barbas ensortijadas que le aportan la semejanza con los rasgos físicos del emperador admirado. La coraza militar es casi obligada puesto que está orgulloso de sus éxitos militares y de, a través del ejército, haber restaurado el orden en el imperio.


Marfil del emperador romano Septimio Severo, cerca del 200 d. C., encontrado en las excavaciones del Templo de la Paz cerca del Foro. En esta estatuilla se destaca más su gesto sereno. La vestimenta (toga y paladumentum) y el brazo levantado en actitud de saludo, le relacionan con la estatua ecuestre de Marco Aurelio. Aquí la toga del filósofo predomina sobre el atuendo militar. Es una imagen del emperador como sabio gobernante que dicta las instrucciones del buen gobierno y que escucha complacido la aclamación de su pueblo. 


Estatua ecuestre de Marco Aurelio del museo Capitolino, 176 d. C. Bronce, 4,24 metros de altura. Un estudio más detallado de esta obra y del significado del retrato ecuestre imperial en otro artículo de este blog


Estatua en bronce de Septimio Severo, 2,08 m de altura. Museo de Chipre, Nicosia. Esta excepcional escultura le representa desnudo a la manera heroica o apoteósica. Es una de las estatuas que se echan en falta en la exposición no sólo por su  gran belleza y sino además porque al emperador se le representa imitando la estatuaria griega clásica de los kouroi con un cuerpo perfecto. El contraposto recuerda al Doríforo de Policleto, pero el canon está más cercano al de Lisipo porque la cabeza es proporcionalmente más pequeña en comparación con el resto del cuerpo. Aparentemente el modelo es insólito, porque se contrasta el cuerpo idealizado con un rostro muy personal de Septimio: cabello rizado, barba abundante y partida sobre el mentón, nariz pequeña y rostro serio. Sin embargo, es la forma de representación de un emperador al que se considera como uno más de los dioses o héroes del panteón. La posición de las manos sugiere que una vez sostuvieron algunos objetos que descifrarían como qué Dios quería ser representado. ¿Apolo?¿Marte Víctorioso? ¿Hércules? La estatua fue descubierta por casualidad en 1928 cerca de la aldea de Kythrea en Chipre, desprovista de contexto arqueológico y por ello no se sabe exactamente interpretar el mensaje. Que una obra de tal tamaño y calidad haya sido encontrada en una localidad tan alejada de los centros económicos y de poder nos hace pensar que la imagen y, por ende, el poder del emperador llegaba hasta el último rincón del Imperio. Posiblemente se erigiera en los años en que la familia imperial residió en Siria, en torno al año 200.



Nuestra escultura de Chipre entre otras figuras de Hércules en bronce. A la izquierda, el bronce de Hércules encontrado en el foro Boario (2, 45 m altura) y hoy en el museo Capitolino, y, a la derecha, el de las excavaciones en el teatro de Pompeyo y hoy en el Vaticano. Los tres comparten el  material, la pose y el tamaño parecidos. Al contemplarlos comparados, me hacen pensar que Septimio se quiso identificar con Hércules. Mi hipótesis se basa, por un lado, en que se busca resaltar un desnudo de anatomía perfecta que combine fortaleza y belleza y, por otro, la postura adoptada. Le faltaría la clava que perfectamente podría empuñar en la mano derecha como los otros Hércules y las frutas de las Hespérides y tal vez la piel de león de Nemea que portaría en la mano y brazo izquierdo a la manera del Hércules del Vaticano. También hay otra razón para fundamentar mi teoría, la admiración que sentían por este héroe los Antoninos, especialmente Cómodo, y el propio hijo de Septimio, Caracalla. Septimio Severo también siente devoción por este semidios al que representa en el arco de triunfo de Leptis Magna, entre otros dioses, asistiendo a la coronación del triunfo del emperador.



La escultura en bronce de Chipre tiene similitudes con otra obra que falta en la exposición, la encontrada en 1643 en el Janículo de Roma, durante los trabajos de fortificación realizados por el Papa Urbano VIII. La obra actualmente se conserva en el Museo del Cincuentenario de Bruselas, tal vez ha sido despreciada porque fue muy restaurada y transformada en el siglo XVII. Le faltaba el brazo y la cabeza que Paolo Naldini reconstruyó, añadiéndole la cabeza del emperador Septimio Severo, por lo que puede representar a este emperador o a cualquiera entre el siglo I y el III. La estatua mide 2,15 metros. Sabemos que fue un emperador por el gesto tradicional del orador y por las sandalias realistas que conserva. Posiblemente tenía un cetro en la mano izquierda y pedía la palabra con la mano derecha. La ejecución es era de gran calidad.



El retrato de la emperatriz.

Si Marco Aurelio es el referente iconográfico del retrato de los Severos, la esposa de aquel, Faustina la Menor,  lo será del modelo a imitar entre las mujeres de la nueva dinastía. Si Severo se convertía en un nuevo Marco Aurelio, su mujer Julia Domna pasaría a ser la nueva Faustina la Menor: una mujer generosa, leal, fiel y fecunda. Estas virtudes son las que se intentan potenciar a través de su imagen puesto que aportan estabilidad a la dinastía.

Retrato de Faustina la Menor (130–175 dC),  hija de Antonino Pío, esposa de Marco Aurelio y madre de Cómodo. Realizado entre el 180 y el 190 d. C. Mármol, 50 cms. Procede de excavaciones en Gabii y hoy se encuentra en el Museo del Louvre, París.  La emperatriz es representada como una mujer de unos treinta años, con rostro ovalado y barbilla puntiaguda. Lo más característico de su rostro son sus ojos saltones, fusionándose con sus gráciles cejas arqueadas y su nariz delgada. Luce su cabello con amplias ondas que, partiendo de la sien, se anudaban discretamente en la nuca llegando a cubrir totalmente las orejas y la parte posterior de la cabeza. Es un peinado que resucita los retratos de Livia, la mujer de Augusto. Y como ella, Faustina reivindicó unos ideales y virtudes femeninas y un puesto especial en el poder. Fue muy querida por los soldados romanos, ya que acompañó a su esposo en varias campañas militares, por ello le otorgaron el título de Mater Castrorum. A su muerte el año 175 fue deificada por su amante esposo. La literatura contemporánea, sin embargo, fue menos amable con ella, que la tachó de asesina, intrigante y adúltera. Marco Aurelio la defendió siempre contra estas afirmaciones.



Julia Domna era natural de Emesa (la actual Homs, Siria), hija de Julio Basiano (sumo sacerdote de la divinidad solar siria Baal en Emesa) y hermana de Julia Mesa (abuela carnal de los futuros emperadores Heliogábalo y Alejandro Severo). Del matrimonio con el ambicioso Lucio Septimio Severo nacieron dos varones, Lucio Septimio Basiano, conocido desde 195 como Marco Aurelio Antonino Caracalla, y Publio Septimio Geta. En 193, año en que Septimio Severo fue proclamado emperador, Julia Domna obtuvo asimismo el título de Augusta. La constante presencia junto a su marido durante las expediciones militares hizo que se le concediera, como a Faustina la Menor, el título de mater castrorum. Julia Domna ejerció, desde el inicio, una fuerte influencia sobre las decisiones de su marido, llegando a tener parte activa en la administración del imperio. Su presencia fue vital como representante de las aristocracias del este en la Corte, favoreciendo la lealtad de los lugares visitados, especialmente en Oriente, tras la victoria de Septimio Severo en el año 198 contra el reino parto. Durante varios años el emperador y su familia permanecieron en la parte oriental del Imperio para organizar la administración del territorio. Desde Laodicea (Siria) viajaron a finales del año 200 a Egipto y a comienzos del 201 d.C. regresaron a Siria. Desde allí retomaron el camino de Roma, cruzando Asia Menor y atravesando las provincias de Tracia, Moesia y Panonia. En los primeros meses del 202, la familia imperial llegó a la capital del imperio donde celebrarían al año siguiente los diez años de gobierno del emperador o Decennalia. Sin embargo, poco tiempo pasó la familia en Roma puesto que al finalizar el 203 partieron para seguir visitando el imperio. Esta vez el destino fue África: las provincias de Numidia, Mauritania y Tripolitania, con la consiguiente parada en su ciudad natal, Leptis Magna.

Retrato de Julia Domna (tipo "Gabii"), 193-210 d. C. Mármol Lunense, 25.5 cm Roma, Museo Nacional Romano, Palazzo Massimo alle Terme, inv. 66058. La mujer de Septimio Severo lleva un peinado en grandes bucles y recogido por detrás, semejante a su modelo a seguir, Faustina la Menor. 



Julia Domna
adquirió un protagonismo en el plano religioso sin precedentes hasta entonces entre las mujeres de la casa imperial, hecho que quedó inmortalizado en varias representaciones artísticas. Julia se encargó de presidir los ritos religiosos de las diosas femeninas.  Además, a  la emperatriz se le asimiló con distintas virtudes (fecundidad, alegría, castidad y modestia) y de ahí sólo había un paso a su representación caracterizada como las diosas femeninas en monedas, camafeos y esculturas.

La imagen de Julia Domna fue tan popular como la del emperador Septimio Severo. Existen numerosos retratos de ella, desde monumentales a pequeños objetos decorativos, encontrados a lo largo de muchas ciudades del imperio. Las emisiones monetarias con su rostro y asumiendo funciones religiosas son muchísimas, tanto en el reinado de su marido como en las de sus hijos.


A Julia Domna se la representó como: Venus Genetrix o diosa de la maternidad –de los futuros emperadores– y de la vida doméstica y Venus Felix, como propiciadora de la buena suerte; Juno Regina, reina de los dioses, del matrimonio y de la maternidad, de la madre de la familia y por extensión «madre del Estado»; Vesta, diosa del hogar, de la vida familiar, la fidelidad, y protectora de los destinos del Estado; Diana Lucifera o «portadora de Luz», protectora de la maternidad y del parto; Cibeles, Diosa-madre, asociada con la fertilidad, con la naturaleza salvaje –simbolizada por los leones que la acompañan– y con la protección de su pueblo durante la guerra; y Ceres, diosa tierra-madre, protectora del matrimonio y relacionada con la fertilidad vegetal y con la maternidad.

Retrato de Julia Domna como sacerdotisa de un culto femenino, posiblemente Diana Lucifera. Mármol, Museo del Louvre. Julia porta en una mano un platillo de libaciones y en la otra posiblemente una antorcha. Cubre su cabeza con el paño de su túnica en correspondencia con el acto sagrado que preside, sin embargo, deja ver su característico peinado a bucles.



Durante el reinado de Caracalla (211–217), el descuido de este emperador por los asuntos estatales permitió una activa participación de Julia Domna en la gestión de los asuntos concernientes al Estado. Su "titulatura" siguió aumentando: Mater Augusti/imperatoris et castrorum et senatus et patriae y poco después et populi Romani y Pia FelixJulia acompañó a Caracalla en la campaña contra el Imperio parto de 217, durante la cual el emperador fue asesinado y sucedido brevemente por Macrino. Julia, luego de recibir la noticia y ya enferma, se suicidó en la ciudad de Antioquía, pues sabía que el usurpador no podría dejar que sobreviviera una mujer que había estado asociada al más alto poder dinástico durante más de veinticinco años.

Retrato de Julia Domna con diadema alta, 193-210 d.C. Mármol. 31.5 cm. Kunsthistorisches Museum Vienna.


El retrato de la familia de Septimio Severo y Julia Domna.

Septimio Severo
siempre tuvo presente a sus dos hijos y a su mujer. A sus hijos los asoció al poder pese a su juventud y los hizo copartícipes de sus actos y de sus victorias militares. Numerosos relieves conmemorativos nos los enseñan compartiendo el poder (ver próximo artículo). En bulto redondo, hubiese sido muy interesante conocer la escultura en bronce que coronaba el arco de Septimio en el foro romano, donde el emperador se hacía rodear de sus hijos en la cuádriga trunfante.

Pierre Mortier. Grabado con la reconstrucción del Arco de Septimio Severo, 1704.  Papel, 47 x 59 cm. Extraído de la obra "Nouveau Theatre d'Italie".  Interesante representación de la cuádriga y de la escena a la que acompañaban más soldados y una victoria. Esta versión se basa en las evidencias monetarias que representaron el monumento durante el reinado de Septimio Severo.



La representación de la familia fue frecuente en las emisiones monetarias en las que además del mensaje de glorificación del emperador se presentaba a la consorte y a los herederos, asociados a mensajes de deseo para todo el imperio de felicidad y eternidad.

Moneda superior. Aureus de Septimio Severo de 202,  7.11 g. En el anverso aparece el busto laureado de Septimio Severo y una leyenda que dice así: SEVERVS PIVS - AVG PM TR PX. En el reverso en el centro Julia Domna que enfrenta de perfil a Caracalla (laureado) y a Geta y con una leyenda que dice FELICITAS / SAECVLI.  
Moneda inferior. Aureus de Julia Domna, esposa de Septimio Severo, 201, 6.95 g. En el anverso aparece el busto de perfil de Julia Domna y una leyenda que dice así: JULIA- AVGVSTA. En el reverso aparecen confrontados Caracalla y Geta con una leyenda que dice AETERNIT IMPERI. 


Sobrevive milagrosamente del reinado de Septimio Severo una excepcional tabla de madera pintada en encáustica con la imagen de un retrato imperial. Se sabe que era la pintura el método más común para reproducir en serie la imagen de los soberanos y repartirla por todo el imperio. Su bajo coste y realización rápida permitía que los cuadros se exhibiesen en oficinas y edificios públicos como parte del procedimiento legal romano de que algunos documentos tenían que ser firmados frente a una imagen del Emperador. Como la madera es un material orgánico y normalmente no sobrevive, el Tondo de Berlín sigue siendo, hasta el momento, el único ejemplar sobreviviente de este tipo de pintura. Representa a la familia del emperador aparentemente muy bien avenida.

Retrato de la familia de Septimius Severus, hacia el 200 d. C. Museo Altes, Berlín. Temple sobre tondo de tabla, 30,5 cm. Representa a la familia imperial de Septimio Severo vistiendo suntuosas prendas ceremoniales. Septimio Severo y sus hijos también sostienen cetros y llevan coronas de oro decoradas con piedras preciosas. Esta imagen de un Severo de pelo gris, con su esposa e hijos pequeños, enfatiza las ambiciones dinásticas del nuevo emperador. El tono de piel más oscuro del Emperador refleja sus orígenes libios. Julian Domna aparece sonriente y con su peinado distintivo en ondas paralelas. Los hijos: Geta tiene la cara borrada en un acto deliberado de iconoclasia ocurrido después de ser asesinado por su hermano Caracalla y aplicar en todas las representaciones en que apareciese Geta la damnatio memoriaeEl tondo parece ser de origen egipcio, utilizando materiales y estilo similares a los retratos de las momias de El Fayum. 



Los hijos de Septimio Severo: Geta y Caracalla.

Septimio Severo era consciente de la pugna por el poder entre los dos hermanos y sus aspiraciones por llegar en solitario al trono. Durante años intentó conseguir la concordia entre ambos porque veía peligrar la integridad y armonía familiar, pero no obtuvo finalmente los resultado esperados. Su muerte en febrero del año 211 en Britania hizo protagonista a Julia Domna en el papel de apaciguadora entre los dos hermanos que pasaron a ser coemperadores. Ambos contaban con sus propios partidarios incondicionales que apoyaban sus acciones y proyectos. Sin embargo, las tensiones y peleas seguirán y, ya en Roma, Caracalla urdió en diciembre de 212 una trama para deshacerse de su hermano. Geta murió cruelmente en presencia de su madre, la cual incrédula presenció el homicidio de su hijo por medio de la guardia pretoriana. A continuación, Caracalla persiguió y ejecutó a los partidarios de Geta (se dice que pudieron ser 20.000 los ajusticiados) y ordenó un damnatio memoriae contra su hermano. Caracalla se vio en la obligación de recompensar a los soldados que le habían procurado el poder en solitario. Evidentemente siguió el consejo paterno de mantener el apoyo fiel de los soldados.

Geta tenía 23 años cuando fue asesinado por los asesinos de Caracalla a fines del 211 d.C.
Las imágenes de Geta y su hermano mayor Caracalla no pueden distinguirse bien hasta la muerte del padre. Se suponía que ambos hijos debían ser presentados como herederos igualmente adecuados del trono, mostrando así más "profundidad" a la dinastía. Muy pocos retratos de mármol atribuibles a Geta sobreviven hasta la fecha, debido a la damnatio memoriae que decretó su hermano Caracalla y que trajo consigo la destrucción de sus inscripciones e imágenes. Este de aquí abajo, transformado en el siglo XVII y que se conserva en el museo del Prado, puede ser uno de los supervivientes



Desde el comienzo del reinado, Caracalla quiso marcar distancias con el modelo de retrato Antonino-Severo. Los retratos del nuevo emperador  incorporan novedades técnicas y estilísticas. Técnicamente, destaca la no utilización del trépano para la labra del pelo y de la barba, realizándose entalladuras para resaltar los rizos, recurso que utilizarán muchos escultoress durante el resto del siglo III. Estilísticamente, lo más destacado que aportan es la expresividad de la cara. El artista rompe con el idealismo y serenidad imperante en las rostros de los emperadores anteriores y, en su lugar, se cargan de agresividad al fruncir el ceño y acentuar una mirada amenazadora. Se argumenta que Caracalla quiso con este gesto mostrar autoridad y hacerse temible frente a sus enemigos externos y frente a sus soldados. El hecho de haber pasado cierto tiempo en Alejandría y de haber visto las representaciones de Alejandro Magno también debió de influir en la decisión de cambio en el retrato hacia un modelo mucho más expresivo e individual.

Retrato de Caracalla, 212-17 a. C. Busto con paludamentum  que procede de las termas de Caracalla. Mármol, 65 cm.  Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. 



Retrato en mármol de Caracalla en el Museo Metropolitano de Nueva York, 36 cms. No se conoce su origen arqueológico. Atrás queda la serenidad de Marco Aurelio y Septimio Severo. El retrato muestra la agresividad física de la que estaba dotado el controvertido emperador. La expresión dura y amenazadora que muestra su rostro nos permite hacernos una idea del temor que causó Caracalla a sus adversarios. Creyó ser la reencarnación de Alejandro Magno y de ahí la pose torsionando su cabeza, tal y como aparecía Alejandro en los retratos. En este busto el pelo y la barba están aún más recortados, al estilo militar.


La figura del emperador que esbozan las fuentes antiguas es la de un hombre preocupado por su tarea de soldado y la del tirano cruel. En 213, aproximadamente un año después de la muerte de Geta, Caracalla salió de Roma junto con su madre para no volver jamás. Primero, se dirigió al norte hacia la frontera alemana para derrotar con éxito a algunas de las tribus germánicas. Después, comenzó a obsesionar con Alejandro Magno y planeó seguir sus pasos que incluían su propia invasión del imperio persa. Visitó los lugares donde tuvieron lugar las batallas y hechos más importantes del rey macedonio, Gránico, Gordino, Isos, Tiro y Sidón llegando a Egipto el año 215,  para ver en Alejandría la tumba del  rey. Estando allí se enteró de que en la ciudad se había estrenado una sátira que tenía como tema el asesinato que cometió de su hermano Geta. Caracalla respondió a este insulto masacrando a la delegación de los principales ciudadanos que se habían reunido para saludarle a su llegada y luego dejó que sus tropas saquearan la ciudad. La campaña contra los partos comenzó en la primavera del 216. Sus actos eran cada vez más violentos e impredecibles, incluso con los más cercanos, lo que determinó a éstos a conspirar para eliminarle. La conjura tuvo éxito, Marco Aurelio Antonino Caracalla fue asesinado en abril del año 217 cerca de la ciudad de Edessa. Tres días después, uno de los conspiradores y prefecto de la guardia pretoriana, Macrino, se declaró emperador con el apoyo del ejército. Julia Domna, la madre del emperador se suicidó en Antioquía antes de que Macrino tomara una decisión con respecto a qué hacer con ella.

La siguiente estatua de Caracalla no está en la exposición, pero es muy interesante. Fue encontrada el año 2014 entre otras de dioses en el ninfeo de la ciudad de Perga en Panfilia (Turquía). La estatua es de mármol y mide 2,20 metros de altura. Actualmente se encuentra en el Museo de Antalya. Esta excepcional estatua representa al emperador toracato en actitud victorioso. El relieve de una medusa en su pecho es inequívoca sobre su inspiración en su héroe Alejandro Magno, aunque es típica de los retratos reales según los cánones del arte griego establecidos desde el siglo IV a. C.  En su cabeza porta una Corona Cívica (corona de hojas de roble), distinción militar que nunca había aparecido en ninguna de las estatuas conocidas de Caracalla y que se otorgaba a aquel realizaba una acción heroica en batalla. Además porta en una de sus manos restos de una espada y en la otra posiblemente el astil de un lábaro o estandarte. En la esquina inferior derecha encontramos la figura en tamaño pequeño de un soldado parto, por lo que se puede concluir que conmemoraría su victoria futura sobre los partos. Se da la circunstancia de que Caracalla fue asesinado durante su campaña a Partia el año 217, por lo que puede ser uno de sus últimos retratos.


Detalle del busto. El gesto terrible es una característica personal y del mensaje que quiere transmitir este emperador. La ciudad de Perge debió estar ligada, como muchas ciudades orientales a la familia imperial por medio de la clientela de la emperatriz Julia Domna, natural de esta zona y que pudo ser la que impulsó la acción administrativa y de gobierno de difundir la imagen del nuevo emperador en estas provincias, como ya la hizo con su marido.


Detalle del mosaico que representa a Alejandro en la batalla de Issos. Copia romana (ca. I a. C.) de una pintura helenística (ca. 325 a. C.) hallada en la Casa del Fauno, en Pompeya.​ Alejandro carga contra el emperador parto Darío III Codomano. En su pecho  se haya pintada la medusa. Mide 272 cm × 513 cm. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, Italia.



El regreso de la dinastía de los Severos. Los jóvenes emperadores.

Macrino (217-18) fue emperador romano poco más de un año, pero nunca tuvo la oportunidad de regresar a Roma. Las políticas de su predecesor habían dejado las arcas de Roma vacías y el imperio seguía en guerra con Partia, Armenia y Dacia y no podía hacer frente a los pagos de las tropas. Parte del ejército se dejó tentar por el dinero que les ofreció la tía del asesinado Caracalla, Julia Maesa, para instigar una rebelión que reconociese a su nieto de catorce años Heliogábalo como emperador. Macrino fue derrotado en Antioquía en junio de 218 y Heliogábalo se proclamó emperador. El Senado declaró a Macrino enemigo de Roma e hizo que su nombre fuera eliminado de los registros y sus imágenes destruidas.

Uno de los pocos bustos de Macrino. Su rostro busca entroncar con la legitimidad Antonina y de Severo. Su barba larga a lo Septimio Severo y la mirada soñadora indican que quiso reforzar la idea de continuidad con el pasado tras el corto reinado de Caracalla. Museos Capitolinos.


Julia Maesa era una mujer tan ambiciosa y astuta como su hermana, la Augusta divinizada Julia Domna. Su sed de venganza y de poder le hicieron concebir un plan para que fuera de nuevo aceptada la dinastía Severa a través de sus hijas, Julia Soemias y Julia Mamea, así como de los hijos de éstas, Heliogábalo y Alejandro Severo respectivamente. Inventó que Heliogábalo era fruto de la relación adúltera entre su hija Julia Soemias y su sobrino, el difunto Caracalla, y que en consecuencia, aquel era el legítimo sucesor del emperador. Durante más de dos décadas siguió moldeando la política del Imperio, siendo el poder real y la urdidora de las intrigas durante el reinado de sus nietos Heliogábalo y Alejandro Severo hasta su muerte en 226.

Retrato de una matrona romana, posiblemente Julia Maesa. Caliza, 82 cm. Proviene de Bambyce-Hierápolis (Manbij), Siria, siglo III A.D., una localidad cercana a la de su nacimiento en Emesa, ahora en el Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pennsylvania. La austeridad del retrato es a la vez simbólica de su carácter fuerte y representativa de la manera poco halagüeña y realista en que se retrataron las mujeres imperiales del siglo III. El velo sobre la cabeza le dota de respetabilidad y de acto sagrado.




Denario de Julia Maesa del año 226. Aparece deificada como Juno.




En el período de los Severos serán elevados al poder como herederos y como emperadores varios niños. Ya vimos el caso de Geta y Caracalla y, años después, Heliogábalo es proclamado emperador por el ejército en el 218 con catorce año. Su primo Alejandro Severo será su César a la edad de doce años en el año 221 y le sucederá como Augusto un año después. El retrato de niños y adolescentes presentaba muchos problemas al escultor de retratos de cualquier época del Imperio romano. El artista debía crear una imagen reconocible del joven gobernante, lo cual se hacía difícil porque la mayoría de los rasgos que pueden utilizarse para dar identidad y personalidad al individuo todavía no se habían desarrollado. Además, estos retratos, como eran del jefe del estado, requerían dignidad y en un niño era difícil de representarla a no ser que se impostara una mirada de seriedad precoz, sin importar si tal expresión era fiel al carácter del niño.

Retrato de Geta niño (tipo de "sucesión") De la colección Bevilacqua, mármol blanco de Verona; alt. cm 26 198-204 d.C. Munich, Staatliche Antikensammlungen und Glyptothek. Mirada soñadora a lo antonino.


El reinado de Heliogábalo es recordado principalmente por los escándalos sexuales y por la controversia religiosa. Estuvo "casado" cinco veces, aunque lo realmente escandaloso para la sociedad romana fueron sus amantes masculinos y que se prostituyera en el palacio imperial. Desde el punto de vista religioso, reemplazó a Júpiter, el dios supremo del panteón romano, por la deidad Heliogábalo, de quien había sido sumo sacerdote.

Áureo de oro del emperador Heliogábalo, 212-222 d.c. Aparece en la cruz la inscripción "Dhys +Deos Soli Elagabal" y un motivo que representa al dios Sol Elagabal conduciendo un cuadriga con la que se desplaza en el Cielo.


Su comportamiento alejó a la guardia pretoriana, al Senado y la gente común por igual. En medio de la creciente oposición, Heliogábalo fue asesinado junto con su madre en marzo de 222 cuando solo tenía 18 años de edad. El complot fue ideado por su abuela, Julia Maesa, y llevado a cabo por miembros descontentos de la Guardia Pretoriana que le reemplazaron por su primo Alejandro Severo. Este gobernó durante 13 años antes de ser también asesinado.

Retrato de Varius Avitus Bassianus, conocido comúnmente como Heliogábalo, 220-221 d. C. Museos Capitolinos, Palazzo Nuovo, Sala degli Imperatori. Mármol, cm 46.  Los rasgos son muy diferentes a anteriores emperadores niños: la cabeza compacta y redonda,  ojos grandes y vello facial de un adolescente entre los quince años, en que se convirtió en emperador y los dieciocho del momento de su muerte. El modelado suave y naturalista del cabello encaja en el gusto severo.


Julia Mamea, sobrina de Julia Domna y madre del emperador Alejandro Severo y regente de facto durante su reinado. Mármol, 222-235 d. C. Museos Capitolinos. Después de morir Julia Maesa fue deificada. Mamea, al quedar sola con su hijo, se esforzó por dirigirlo y dominarlo de la misma manera que lo hizo su abuela. Lo impulsó a una continua actividad judicial en la que pasaba la mayor parte del día. Mientras estuviera ocupado en asuntos tan importantes, indispensables para un emperador, no le quedaría tiempo para vicios como su primo. Rostro adusto y firme como su madre.




Hay tres tipos de retratos que representan Alejandro Severo según distintas edades, el emperador que lo fue desde los trece a los veinticinco años. Uno lo muestra como niño, posiblemente como César, cuando todavía tenía 11 o 12 años,. Un segundo ya de adolescente coronado. Y un tercero como un hombre joven de unos veinte años con una barba corta pero completamente desarrollada. En los tres casos hay rasgos que los relacionan y que le dan una identidad inconfundible.

Alejandro Severo descubierto en la villa de Antonino Pío en Lanuvio, 221 a 223 a. C. Museo Capitolino. La estructura ósea todavía no está muy bien afirmada por lo que podría ser del tipo de retrato de niño y sin vello facial.



Busto de Alejandro Severo en el Louvre. Mármol, 40 cms.


Busto en bronce del emperador Alejandro Severo, 234 d. C. Bronce, Museo arqueológico de Dion, Grecia.


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